Varios autores coinciden al señalar
que la educación artística, se entiende como un proceso de formación de sujetos
mediante el arte, el cual conforma un campo de conocimiento distinto al lógico
matemático o al narrativo lingüístico, ambos fuertemente arraigados a nuestro
actual sistema escolar (Aguirre, 2002; Efland, 2004; Eisner, 1995).
Según la UNESCO, las actividades de aprendizaje comprendidas en la educación artística incluyen la producción de arte y la reflexión encaminada a apreciar, observar, interpretar y criticar las artes creativas (UNESCO, 2006). Varios autores reconocen la importancia de la educación artística en la formación integral del ser humano. A este respecto el chileno Luis Hernán Errázuriz expone que “en múltiples países desarrollados se reconoce que el arte a través de sus múltiples formas de expresión y apreciación, debería entregar una contribución importante al proceso de formación personal y social” (Errázuriz, L. 1994, p.19). Para respaldar este planteamiento el autor argumenta que la racionalidad humana se manifiesta mediante diversas formas de entendimiento, las cuales se evidencian en variados sistemas simbólicos (estético, científico, histórico, filosófico, artístico, etc.) Desde esta perspectiva no sería posible concebir el principio de “educación integral”, o intentar mejorar la calidad de la enseñanza a partir de una concepción humanista, cuando las manifestaciones artísticas están ausentes o juegan un papel marginal” (Errázuriz, L. 1994, p.19) Elliot Eisner(1995), uno de los principales teóricos norteamericanos sobre educación artística, propone que “uno de los principales objetivos de la educación artística es cultivar sensibilidades y fomentar actitudes artísticas. A pesar de que no todos los estudiantes pretenden a llegar a ser artistas, puedan estar informados y disfrutar de las cualidades estéticas del mundo en que viven” (Eisner, 1995. p, XVI). De esta cita se anticipa la opinión del reconocido teórico acerca de la educación artística como medio para apreciación de la experiencia humana. Algunos autores visualizan la educación artística como un camino para lograr objetivos que pueden ser adicionales o complementarios al proceso de educación y formación del ser humano. Así, Ramírez, Guijarro y Marín.
Eisner distingue principalmente dos justificaciones para enseñar arte en las instituciones educativas. La primera, denominada contextualista, considera las consecuencias instrumentales del arte y formula sus objetivos en base a las necesidades específicas de la sociedad. Esta justificación no tiene al arte como punto de partida, sino a los niños y al contexto del que ellos provienen y en el que se supone se van a desenvolver, por lo que extrae del arte lo que los niños requieren, ofreciendo ciertos valores educativos (Eisner, 1995. p.2) Este tipo de justificación determina previamente las necesidades del niño, de la comunidad y de la sociedad en la que este está inserto. De esta manera, si por ejemplo se asume que lo que la sociedad necesita es mejorar los resultados académicos de los alumnos, o desarrollar mayores capacidades creativas para responder de manera más adecuada a los desafíos de una sociedad informática, se encauzará la enseñanza del arte en esta dirección. Sin embargo, Eisner argumenta que no es posible determinar lo que una sociedad necesita sin referencia a un conjunto de valores, por lo que la manera de enseñar el arte bajo esta justificación, dependerá de las visiones y creencias de quien defina sus criterios. Siguiendo a este mismo autor, existen numerosas orientaciones dentro de esta fundamentación para enseñar arte. Así, la justificación contextualista ha alcanzado amplia difusión, siendo por ejemplo, la que más se ha utilizado en las escuelas públicas estadounidenses para enseñar arte.
La segunda justificación es la denominada esencialista y su principal objetivo es contribuir a la experiencia y el conocimiento humano de un modo que solo el arte puede ofrecer. De esta manera acentúa lo que el arte tiene de propio y único, aportando de manera a la compresión individual del mundo, y expresión de valores humanos fundamentales.
“El valor de las artes en la educación reside en que, al proporcionar un conocimiento del mundo, hace una aportación única a la experiencia individual” (Eisner, 1995. p. 9), de esta manera una de las principales funciones del arte sería ofrecer un “sentido de lo visionario de la experiencia humana”, inclinándose más por la justificación esencialista de la enseñanza del arte. En este contexto, el autor se pregunta ¿qué funciones realiza el arte? o ¿para qué sirve el arte? Según su experiencia, las funciones del arte son múltiples; pues éste sirve para observar críticamente a la sociedad, despertar la fantasía, llamar la atención sobre aspectos aparentemente triviales de nuestra existencia, y producir afiliación entre los seres humanos. La elección del paradigma bajo el cual se organiza la educación artística no es inocua, cada una de estas justificaciones tiene consecuencias profundas en la enseñanza del arte (Eisner, 1995. p.8 ). Así, los objetivos planteados y los criterios con los que se esta justificación ha sido llamada también individualista, o educación para las artes. evalúa los resultados de los alumnos y de la escuela en general, se verán fuertemente teñidos por las nociones teóricas de este tipo de educación a las que se adscriba. Así, en el caso chileno las definiciones que realicen autoridades y escuelas afectarán fuertemente la forma y contenido que adquiera la enseñanza artística. En este sentido, la comprensión que tengan sobre la educación artística quienes realizan el diseño de políticas en la materia, impactará en la manera en que se diseñen y evalúen los incentivos a las escuelas artísticas. Por otro lado, las definiciones de los directores y sostenedores de estos establecimientos impactarán de manera decisiva en la manera en que se enseña y evalúa el arte en cada una de las escuelas. En complemento a esto “el modo como se da respuesta a las mismas determina el tipo de currículum que se planifica, el tipo de maestros que se contrata o el tipo de educación que se imparte a los profesores” (Eliot Eisner, 1995, p.7).De esta manera, Eisner señala que si la educación artística se conceptualiza como un medio para liberar emociones la persona más indicada para impartirla será alguien formado en psicología, mientras que si se considera que la función más importante de este tipo de educación es ayudar al niño a comprender las grandes obras artísticas del arte contemporáneo, el más indicado será alguien formado en la crítica o la historia del arte. En su libro “Educar la visión artística”, el autor concluye que “por desgracia, muy pocos de entre quienes enseñan arte han reflexionado al respecto de lo que están enseñando. Esto supone que concepciones y creencias no examinadas proyectan y guían las decisiones que los profesores toman en la clase” (Elliot Eisner, 1995, p.7)
Según la UNESCO, las actividades de aprendizaje comprendidas en la educación artística incluyen la producción de arte y la reflexión encaminada a apreciar, observar, interpretar y criticar las artes creativas (UNESCO, 2006). Varios autores reconocen la importancia de la educación artística en la formación integral del ser humano. A este respecto el chileno Luis Hernán Errázuriz expone que “en múltiples países desarrollados se reconoce que el arte a través de sus múltiples formas de expresión y apreciación, debería entregar una contribución importante al proceso de formación personal y social” (Errázuriz, L. 1994, p.19). Para respaldar este planteamiento el autor argumenta que la racionalidad humana se manifiesta mediante diversas formas de entendimiento, las cuales se evidencian en variados sistemas simbólicos (estético, científico, histórico, filosófico, artístico, etc.) Desde esta perspectiva no sería posible concebir el principio de “educación integral”, o intentar mejorar la calidad de la enseñanza a partir de una concepción humanista, cuando las manifestaciones artísticas están ausentes o juegan un papel marginal” (Errázuriz, L. 1994, p.19) Elliot Eisner(1995), uno de los principales teóricos norteamericanos sobre educación artística, propone que “uno de los principales objetivos de la educación artística es cultivar sensibilidades y fomentar actitudes artísticas. A pesar de que no todos los estudiantes pretenden a llegar a ser artistas, puedan estar informados y disfrutar de las cualidades estéticas del mundo en que viven” (Eisner, 1995. p, XVI). De esta cita se anticipa la opinión del reconocido teórico acerca de la educación artística como medio para apreciación de la experiencia humana. Algunos autores visualizan la educación artística como un camino para lograr objetivos que pueden ser adicionales o complementarios al proceso de educación y formación del ser humano. Así, Ramírez, Guijarro y Marín.
Eisner distingue principalmente dos justificaciones para enseñar arte en las instituciones educativas. La primera, denominada contextualista, considera las consecuencias instrumentales del arte y formula sus objetivos en base a las necesidades específicas de la sociedad. Esta justificación no tiene al arte como punto de partida, sino a los niños y al contexto del que ellos provienen y en el que se supone se van a desenvolver, por lo que extrae del arte lo que los niños requieren, ofreciendo ciertos valores educativos (Eisner, 1995. p.2) Este tipo de justificación determina previamente las necesidades del niño, de la comunidad y de la sociedad en la que este está inserto. De esta manera, si por ejemplo se asume que lo que la sociedad necesita es mejorar los resultados académicos de los alumnos, o desarrollar mayores capacidades creativas para responder de manera más adecuada a los desafíos de una sociedad informática, se encauzará la enseñanza del arte en esta dirección. Sin embargo, Eisner argumenta que no es posible determinar lo que una sociedad necesita sin referencia a un conjunto de valores, por lo que la manera de enseñar el arte bajo esta justificación, dependerá de las visiones y creencias de quien defina sus criterios. Siguiendo a este mismo autor, existen numerosas orientaciones dentro de esta fundamentación para enseñar arte. Así, la justificación contextualista ha alcanzado amplia difusión, siendo por ejemplo, la que más se ha utilizado en las escuelas públicas estadounidenses para enseñar arte.
La segunda justificación es la denominada esencialista y su principal objetivo es contribuir a la experiencia y el conocimiento humano de un modo que solo el arte puede ofrecer. De esta manera acentúa lo que el arte tiene de propio y único, aportando de manera a la compresión individual del mundo, y expresión de valores humanos fundamentales.
“El valor de las artes en la educación reside en que, al proporcionar un conocimiento del mundo, hace una aportación única a la experiencia individual” (Eisner, 1995. p. 9), de esta manera una de las principales funciones del arte sería ofrecer un “sentido de lo visionario de la experiencia humana”, inclinándose más por la justificación esencialista de la enseñanza del arte. En este contexto, el autor se pregunta ¿qué funciones realiza el arte? o ¿para qué sirve el arte? Según su experiencia, las funciones del arte son múltiples; pues éste sirve para observar críticamente a la sociedad, despertar la fantasía, llamar la atención sobre aspectos aparentemente triviales de nuestra existencia, y producir afiliación entre los seres humanos. La elección del paradigma bajo el cual se organiza la educación artística no es inocua, cada una de estas justificaciones tiene consecuencias profundas en la enseñanza del arte (Eisner, 1995. p.8 ). Así, los objetivos planteados y los criterios con los que se esta justificación ha sido llamada también individualista, o educación para las artes. evalúa los resultados de los alumnos y de la escuela en general, se verán fuertemente teñidos por las nociones teóricas de este tipo de educación a las que se adscriba. Así, en el caso chileno las definiciones que realicen autoridades y escuelas afectarán fuertemente la forma y contenido que adquiera la enseñanza artística. En este sentido, la comprensión que tengan sobre la educación artística quienes realizan el diseño de políticas en la materia, impactará en la manera en que se diseñen y evalúen los incentivos a las escuelas artísticas. Por otro lado, las definiciones de los directores y sostenedores de estos establecimientos impactarán de manera decisiva en la manera en que se enseña y evalúa el arte en cada una de las escuelas. En complemento a esto “el modo como se da respuesta a las mismas determina el tipo de currículum que se planifica, el tipo de maestros que se contrata o el tipo de educación que se imparte a los profesores” (Eliot Eisner, 1995, p.7).De esta manera, Eisner señala que si la educación artística se conceptualiza como un medio para liberar emociones la persona más indicada para impartirla será alguien formado en psicología, mientras que si se considera que la función más importante de este tipo de educación es ayudar al niño a comprender las grandes obras artísticas del arte contemporáneo, el más indicado será alguien formado en la crítica o la historia del arte. En su libro “Educar la visión artística”, el autor concluye que “por desgracia, muy pocos de entre quienes enseñan arte han reflexionado al respecto de lo que están enseñando. Esto supone que concepciones y creencias no examinadas proyectan y guían las decisiones que los profesores toman en la clase” (Elliot Eisner, 1995, p.7)
REFLEXIÓN:
El rol que realizan las instituciones encargadas de impartir educación artística es fundamental. En este sentido, uno de los desafíos a superar ha sido y seguirá siendo el recoger las impresiones de los actores escolares sobre la importancia del arte en educación y sobre cuál es la función que éste debe cumplir en el proceso de desarrollo y aprendizaje de los alumnos. Espero que este trabajo sea un aporte para las personas interesadas en la educación chilena, y específicamente en la artística, y haber dejado claro a partir de los antecedentes recogidos, que la educación artística ha sido, es y seguirá siendo fundamental para el desarrollo de una sociedad culturalmente desarrollada, es nuestro deber exigir a las autoridades educativas y culturales encargadas del diseño y ejecución de políticas educacionales, iniciativas y cambios que faciliten lo dicho en los párrafos anteriores.
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